Aquí en esta amarga y
triste tumba;
Se encuentran sus trozos
depositados,
Los restos de un corazón
enamorado;
Que agonizó el día que lo
abandonaron.
Cuando oyó que le decían a
su amada;
Que él sería un sublime y
cruel traidor,
Luchó para poder darle
siempre lo mejor;
Mas no imaginó que él sería
el perdedor.
Su agonía fue terriblemente
aletargada;
Vomitando amargos
crucifijos y rosarios,
Devolviendo todos los
recuerdos adorados;
Que en su interior
solamente le hacían daño.
Fotografías y recuerdos
marchitados;
De un amor que ya se había
marchado,
Fue la fría soledad la que
le ha devorado;
Todos sus sueños se los
había pulverizado.
No quedó un sólo rincón en
todo el mundo;
Que no se estremeciera con
su triste llanto,
Hasta la Cihuatatayota ha
su llanto silenció;
Preguntando ¿Quién llora
mucho más que yo?
Mas no se fue sólo de este
vil mundo;
Ya le acompaña el cadáver
de su amor,
Ese que cuando su amada le
despedía;
En trozos y polvo cósmico
se cristalizo.
Su amor también reposa en
la misma tumba;
Adornada con fúnebre lápida
de opacos colores,
Con una breve inscripción
de amargas letras;
“Aquí reposan dos víctimas
de desilusiones”.
Hoy ya les llevan rosas
blancas y negras;
Así como el corazón en vida
nos lo exigió,
Blancas para el amor caído
entre la hiedra;
Negras para éste corazón
que se enamoró.
Solo queda un profundo
hueco en el pecho;
De aquél que en vida era su
digno portador,
Hoy ya le hace entrega de
sus rosas negras;
Que aún marchitas,
ocultarán su desilusión.
(SLFL)
Autor: Emilio Nahín Rojas Madero Aca. 26/Abril/2014
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