Hoy que sabes de mis nupcias;
¡Has vuelto muy arrepentida…!
Buscándome con manos sucias;
Acompañadas de tu risa fingida.
¡Acaso esperabas encontrarme!
En el embrujo en que me tenías,
Pierdes el tiempo, voy a casarme;
Porque amor tú solo me fingías.
Hoy hacia el altar me dirijo;
Con una bella y tierna mujer,
En ella tengo la dicha de un hijo;
Fruto del amor de nuestro ser.
Si traes malicia aléjate de mi camino;
Hace tiempo que tu recuerdo asesiné,
Su cadáver reposa en mantas de lino;
Y el corazón que te amó ya lo calciné.
No me culpes a mí de tu vida fallida;
Que yo no manipulé ésas tus pasiones,
Aquellas que echaron a perder tu vida;
Compartiendo con otros tus pezones.
Recibe pues mi invitación nupcial;
Acéptame tan sólo como tu amigo,
Mi decisión es firme y muy crucial;
Ya deja de verme como tu enemigo.
Hasta aquí por fin he llegado;
El camino no fue nada sencillo,
De traiciones dejo un legado;
Hoy ya camino por el pasillo.
Amiga mía ¡Su rostro ya vislumbro!
Postrado en aquélla bella cruz dorada,
De su sufrimiento por amar al mundo;
Como yo por encontrar a mi adorada.
Del carruaje por fin desciende mi mujer;
Para encaminarnos hacia nuestro altar,
A ella me le entrego hasta desfallecer;
Tan sólo a ella le quiero ensalzar.
Hoy le digo adiós a los rencores;
De aquellos fantasmas traicioneros,
Hoy mi mundo está lleno de colores;
Han concluido los sueños aventureros.